viernes, junio 23, 2006

Lima es como un tsunami que golpea suavemente



a Ehitel Silva y Arturo Higa Taira

El destino geográfico es siempre la metáfora de un destino moral.
Juan José Millás

Playa La Herradura. Hablo de lo que no se puede hablar. Una inconciencia. Un incendio. Las olas chocan contra las piedras. Tan sólo piedras que nos alejan del océano. El rojo de la montaña. Basalto. Estas piedras tienen la premura de existir. Hay un poco de complejidad en este paisaje de cormoranes que distorsionan el horizonte. El lenguaje es un horizonte. Hace frío y no hay pulovers. Te preguntas qué trato de decir. Nada. El lenguaje habla de la nada. Una consecución de imágenes. Sólo eso. El cielo gris de Lima es música.

Barranco. Un ruiseñor que emerge de los árboles tiene la osadía de mirar fijo y luego irse. Pero volverá. Yo tenía la atención puesta en las casas bajas y algo sucedió. Todo lenguaje se repite. Es la osadía del ruiseñor. Un poco de mar al fondo. El puente de los suspiros es un brazo en esta tierra que se quiebra.

Puente de los Suicidas. Miraflores. La mancha de un perro en el asfalto. La mancha, la huida. El ruido de los autos, de las olas me alertan. El paisaje es extrañamente hermoso. He perdido cosas. Un puñado de arena como amuleto. Un libro de Luis Hernández. Este es su puente. Hay árboles que no dejan duda. Allá abajo unos bañistas jóvenes surfean. No importa Hernández, no importa la belleza del paisaje. Quisiera encontrar una nube con un dibujo perfecto, quisiera encontrar una nube pero al fondo hay una cruz. He perdido cosas que no podré nombrar. Por ahora.

Playa El salto del fraile. Podría resbalar en este pequeño risco y caer al fondo. Una familia pesca. El hombre raspa entre las piedras y las conchas de almejas para encontrar lombrices y diminutos cangrejos. Es extraño el cielo gris. Las olas crean una melodía. En un promontorio una figura de rojo mira a las gaviotas. Son las primeras en llegar mientras un hombre arroja trozos de pescado. ¿Cómo encontrar la partitura escondida entre ola y ola? La bruma abruma e inunda una porción de estos pensamientos. En realidad no busco juegos de palabras. ¿Hay que decir que el mar es una presencia? ¿Lo entiendes?

Los olivares. San Isidro. Voy hacia algún lugar. He perdido cosas. Hablo de lo que no se puede hablar. Algunas pisadas que llegan de pronto al camino. Un pequeño estanque y el canto de los pájaros. Quise retroceder pero estaba todo dado. La niebla azora. La niebla tiene pasos de gacela. Esta caligrafía tiene algo de luz. Como los olivos. Una clave. Como los olivos. Puede ser una reiteración, una onda entre las aguas del estanque. Pienso en la disposición espacial de los olivos, en la larga extensión de verde. Escribir es la construcción del paisaje.

Barrio Chino. Una muchedumbre. Escribir entre murmullos, entre signos que golpean las plantas de los pies. Como un Virgilio avanza nuestro amigo. Trazos entre la escritura china. De un pato la jugosa complicidad. He perdido cosas. ¿Hacia dónde dirigir la mirada si hay relámpago al lado?

Malecón. La bahía de Lima es un vocabulario extenso.

Playa La Herradura. “Quizá escrutando la arena como arena, las palabras como palabras, podamos acercarnos a entender cómo y en qué medida el mundo triturado y erosionado puede todavía encontrar en ellas fundamento y modelo”. Italo Calvino. Demasiadas palabras para explicarme cuatro piedras encontradas cerca del edificio Las Gaviotas. Lugar de Lucho Hernández. Un poco de lenguaje. Huele a canchita. Desde lejos el club Samoa.

Chorrillo. A través de la ventana del taxi tratas de capturar inútilmente lo inaprensible. Allí el mar. Sonia no es un nombre, es una clave de barcos y pescadores. Un comedero. Hay un pianista negro. Un arpón, redes y una escritura descifrable. Como dos caballos de mar. Adentro es donde estamos. Afuera es Lima y la garúa imperceptible.

Miraflores. Desde un piso once. Esto es escritura o una ventana al mar. Mejor decirlo así: el vuelo de las gaviotas es impreciso. Tu rostro no.

San Isidro. La garúa. Desde la ventana una prolongación del cielo en tus ojos. Bajo estas paredes escuchas palpitar el corazón. Hay distintas maneras de hundirse en el paisaje.

Barranco. Juanitos. Tiene la noche una chanson para tu rostro. Un poco más. Es cierto y la niebla ya inunda cualquier porción del mundo. Entre el humo y las respuestas. He perdido cosas. Hablo de lo que no se puede hablar. Todo lenguaje recae en ti.

Bajo el cielo de Lima. Monstruo de Armendáriz. ¿Lo recuerdas? ¿Quién se escapa a la leyenda? Algo así como una canción, algo así como ciertos muros que se derrumban ante la mirada. Sólo luces en la bahía. Sólo la nebbia como un zarpazo. Monstruo de Armendáriz. ¿Lo recuerdas?

Centro. Qué maduro eres, dice la niña de las estampas. Y los altares adquieren un brillo oscuro. Podría avanzar a tientas guiado por la fe. No hay oscuridad. Cada altar, cada balcón guarda de tu mirada tan sólo el destello. Decenas de palomas antes de llegar al Rimac inician su vuelo. Toda historia tiene un desenlace. Pizarro.

Playa La Herradura. Lima es como un tsunami que golpea suavemente, dice mi amigo. Frase feliz. Cierta, como estos cielos grises de Lima. Como esta brisa que golpea y ya es recuerdo.

1 comentario:

Blas Roldán dijo...

Me gustaron, saludos, Blas